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Un árbol es sostenido por sus raíces, una cultura por su ancestria…
Cuando Cuauhtémoc llega al poder, se encuentra gobernando sobre un pueblo desbastado por el hambre y la viruela - Tenochtitlan, quien con bravura arrojara a los “conquistadores”, se encontraba en ruinas no solo físicas, sino de ruina moral y falta de capacidad de superar el encuentro que habían tenido con los europeos que, enfermos de rapacería, destrucción y apetito por el oro y poder; arrasaban con todo lo que veían a su paso. Cuauhtémoc se toma el tiempo de reorganizar los ejércitos, hacer preparativos para sustentar una guerra sin cuartel, y sin éxito, envía emisarios en búsqueda de aliados y al año de haber vencido a los españoles, estos regresan y aprovechando el odio y la sangre derramada entre los tlaxcaltecas y los mexicas, se alían con los tlaxcaltecas para amasar un ejército de más de 100 mil hombres y con ello; lograr la conquista de la soberbia y bullente ciudad de Tenochtitlan capital del Imperio Azteca. Cuauhtémoc es atrapado junto con su gente más cercana en lo que es ahora Tlatelolco. La captura incluye su familia que, al verse atrapados en medio de la derrota, intentan huir utilizando una canoa y al ser presentados frente al “conquistador” – Hernán Cortez, al verle un puñal que colgaba de su cinto, Cuauhtémoc le pide que lo mate, por no haber podido defender su ciudad y sus súbditos. Hernán Cortez era conocido entre los aztecas como el Señor Malinche por la traductora indígena de nombre Malintzin que apoyaba a Cortez.
Relataría el famoso Bernal Díaz de Castillo al describir el encuentro y rescatando las palabras de Cuauhtémoc plasmaba;
“Señor Malinche: ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cinta y mátame luego con el…”
Cuauhtémoc sufriría 4 años en manos de sus captores, y sufriría traición y tortura sin igual, con el fin y afán de sacarle la ubicación del tesoro que supuestamente se había arrojado al gran lago de Texcoco. Aunque la verdad nunca la sabremos, existen versiones de que el tesoro fue robado entre los mismos españoles y que la cautividad del caudillo, tenía más que ver con la utilización de la casta y influencia del jerarca para dominar la población y someterla a trabajo forzado de destrucción de templos y con los escombros, la construcción de palacios emblemáticos de la conquista.
Los españoles, con derechos comprados a precio de sangre y muerte, tomaban mujeres y territorios de los “salvajes”, y con cada puñado de soldados y puñales, siempre venia un sacerdote y crucifijo.
El puñal y la cruz conquistaron a nuestros ancestros; uno derramo sangre, y el otro emblema, habló de la sangre derramada de un hombre justo, que moría para traer justicia, amor y paz a la tierra.
Después de la masacre inicial, los primeros tributos que se enviaron desde México a España, seria en forma de Miel y Cera –que por toneladas, era producida en México de las abejas nativas. La apicultura en México existía y fue parte de la historia de las culturas antes de la llegada del conquistador.