Te tome con movimientos bruscos, inseguros y neófitos - y me avergüenzo porque no puedo decir que fue por consentimiento propio.
En el momento y por mi incompetencia, desconocía el rito del amor que existe entre dos seres que se aman - o al menos de uno que se siente como que ama aquello que no comprende y cree uno que el sentimiento es reciproco y de respuesta mutua.
No supe nunca si fue tu primera vez pero, es momento de confesarlo que para mí la dulzura de tus encantos, la vibración de todo tu cuerpo- la locura del encuentro y la magia de tus movimientos; fue algo celestial y mi primera vez.
Tu olor, tu hermoso olor que desprendías mientras te descubría, te apartaba parte por parte, te estudiaba y me embelesaba entre tus encantos, la suavidad y el dolor y factura que me cobraste por encontrarlos. No quiero y me reusó a olvidar porque transformo mi vida, y rindió mis puños de guerra a instrumentos de amor – y te recuerdo como te exploraba deslizando mis dedos sobre tu cuerpo y me desvanezco en el recuerdo. Aun llevo en mi piel el recuerdo del dolor de nuestro encuentro y no puedo ni debo olvidarlo.
Debo de confesarlo ahora, después y ahora de que esto ya tristemente se ha vuelto rutinario el descubrir tus encantos mas no debería de serlo, debería yo de recordar tu encanto original, tus aromas de primavera, tu mucha actividad de verano –tu recelo del otoño, pero la espalda y los achaques de viejo me mal aconsejan y la historia se la lleva el viento.
Lo confieso para que la vejes que insiste en esconder los recuerdos y entorpecer la memoria no borren ni hagan una herejía de nuestro aquel primer encuentro.
Te llevo en mi tacto y en el recuerdo de mi gran temor de tocarte…
Te recuerdo con amor, con descuido maligno que la usanza transforma en cotidiano.
No sé si te recuerdo entre nubes, dulcura, tormenta o humo o todo conjugado en uno –que la memoria me falla.
Recuerdo aquella primera vez y le pido al cielo no olvidar nunca la inspección de mi primera colmena…
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