-sobre lecciones que recibe uno que creyéndose maestro…
Ya pues… es tiempo de reconocerlo. No lo puedo negar, me lo dicen mis abejas, me lo dice las colmenas y; me lo dice el bolsillo. Yo quisiera que todo se arreglara con las teclas de una computadora, y que las “verdades” que encontramos en el internet en realidad fuesen verdad. Pero la vida es cruel, y te da con que ensuciarte; te ensucia a ti, y todo lo que tú haces. Quizá fuera propio que te dijera la verdad; para cambiar de estándar cibernético. Mientras regresaba de mi trabajo, un enjambre paso sobre mi cabeza y en medio de su zumbido, claramente escuche el grito de angustia de las abejitas; “Candil de la calle, y obscuridad de tu colmena” –me gritaban todas a la vez… Pero como me estaba apurando, de pasar del asiento de mi automóvil al asiento de la cocina que es donde tengo mi invasión –digo, mi computadora, y en ese trayecto tan eterno que no es buen consejero del sentido común ni de honestidad, siempre me lleva directamente a mi vicio. Si, lo confieso con tristeza; ese enjambre fue mío, en su momento, y fue brevemente para mí el privilegio de tenerles, de acariciarlas, de llamarles por su nombre a cada una –las 60,000 que fueron– y llevarme a mi boca la dulzura de su miel. ¿Pero a dónde se han ido? ¿Qué será de ellas? - me pregunto hoy que ya no las tengo ¿Serán felices? ¿El varroa les ira a quitar el sueño? ¿Quién velara por ellas en el invierno, o les dará de comer ahora que yo no soy parte de su vida? Pero en el momento que les vi, irresponsablemente yo solo pensé llegar a ese teclado que más bien se ha convertido en un piano de donde salen melodías. De acuerdo a mi estado de ánimo; vibran, se agitan, remueven, inquietan, alimentan y enriquecen a quien las escucha. Esa melodía de las frases que enloquece a muchos, y hace crecer castillos en el aire, y del hombre o mujer más inmoral; hace de todos unos príncipes y princesas. ¡Oh!, pero cuan cruel es la verdad cuando vives en un mundo de papel, de megabytes o de micro Hertz, de transistores y cables… Cuanto bien le hubiera sido a mis colmenas –sí, ¡otra confesión!- fueron varios enjambres! Les hubiera hecho bien que yo en lugar de permitirme dejarme llevar al mundo de la Apicybercultura, dejara de ser lo que hoy soy: ¡un FaceBooapicultor! ¿Un facebooapicultor?, si, en eso me he convertido, sino pregúntenle a mis colmenas que llenas de miel, sin lugar para la postura, ven horrorizadas el invierno que se acerca y ellas, con poca población, no saben si existirá una primavera más, o si verán los campos floreados, o si tal vez esquivaran el avión que fumiga y arrasa con todo. Que bajo he llegado… Pero mi sentido de lucha, y mi amor por ellas, me llevara más alto que el horizonte cibernético, y sobre la pantalla que ha remplazado a mis colmenas, gritare con furia, me llenare de valor, y con el humador y cuña en las manos; caminare hacia el horizonte y buscare mis apiarios donde mis abejas mueren de tristeza sin mí, sin su papichulo, sin su cachetón –¡sin su barbón! Y volverán ellas a picarme, y yo les robare todos sus productos; y viviremos en armonía sin el sonido del Piano Facebooapicola. Regresare a mis raíces y me tornare en un apicultor más, de aquellos verdaderos, de los que traen propóleos en las uñas, cera en los pies, mocos en el velo y un pan duro en las bolsas. No seré un cyberapicultor y oruga de libros y conocimientos solamente. Y no escribiré mas ya, trabajare mis colmenas, y mis barricas rebosaran de miel, y con el sudor en la frente mirare hacia el cielo con agradecimiento por lo que he tenido la fortuna de tener. No más enjambres en mi apiario, ni la yerba los gobernara, ni las polillas entraran sin invitación, y el varroa no será tormento en sus crías. ¡Si!, ¡hoy renuncio a ser FaceBooapicultor!...
Mañana regreso….
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