Sale el sol recargando nuestras esperanzas y oportunidades. Somos criaturas de la luz, hechas para luz y para resplandecer en la luz, pero sin ti, la vida parece como si no fuese más, porque sin ti, los días son obscuros y sin sabor, sin noticia importante ni reloj que me regule.
He recorrido muchos kilómetros en estos días, algunos en desiertos, otros en valles y montes, algunos en la sierra y yo sin posibilidad de que te enteres de lo que hago. El frio nos ha llegado ya, y me tocó vivir la primera tormenta invernal, donde los campos se cubrieron de blanco y silencio, donde las aves gozosas disfrutaban el frio, y yo junto a una hoguera contemplando la flama que danzaba feliz; pero sin ti. He vivido como drogadicto que sufre los estragos de la falta de droga y no sé cómo superar las ansias que me causa tu ausencia. Esta desesperación y desesperanza es como cuando con un terrible catarro te sale un moco y tú, sin tu pañuelo intentas, buscas, tratas de encontrar –sin hallar, un alivio para retirar la materia viscosa que se aferra a tu nariz y a mis bigotes, y que sin atender, será parte de mis labios…
He querido allegarme y recuperar la esencia que me daba vida, vida que perdura y me hace vivir en carne ajena las grandes aventuras, las grandes mentiras convertidas en verdad, pero sin ti, la vida no encaja. Me siento como engrane dentro de una gran maquinaria que dejo de moverse por la falta de tu presencia. Veo agitarse algunas partes de aquí y de allá, y el engrane que hacía que todo funcionara propiamente –tu, no está, y la vida corre sin sincronía ni talento. Me siento como campana sin badal, enjambre sin reina, panal sin miel, nariz sin moco, uña sin propóleos, político sin discurso, Pemex sin ratas o salsa picante sin chile.
¡Ho, Facebook, como me hiciste falta…!
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