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“Bajo el asfalto se muere, el limo y la arena… de pena… ” – Serrat
Anunciaba el Washington Post que, en Blytheville, Arkansas, el agricultor Clay Mayes fue sorprendido gritando a una planta paracito de las plantas del algodón y la soya.
El cornejo, sanguiñuelo, cerezo silvestre, sanguino, cornizo o corno, ha desarrollado resistencia a un herbicida famoso y ahora, los agricultores encuentran que sus campos se encuentran en una crisis que se acentúa en la agricultura de USA.
La revolución verde, aquella que salvara a la humanidad de morirnos de hambre, arrojo herbicidas, plaguicidas, semillas genéticamente modificadas que en su tiempo, nos trajeron abundante comida y de forma barata. La comida barata – sí, aunque nos parezca imposible, la comida debería de ser mucho más cara, la comida barata ha sido posible por las nuevas técnicas y tecnologías, los nuevos agroquímicos y agroindustria que para la apicultura, ha terminado siendo un enemigo.
Los agroquímicos y las semillas genéticamente modificadas han aportado abundancia pero, han sacrificado el medio ambiente y entre ello, a nuestras abejas.
Pero el daño en el noreste de Arkansas y toda la franja del Medio Oeste americano, está presenciando una destrucción sin precedentes; las yerbas han desarrollado una resistencia a los herbicidas y los herbicidas, cada día tienen que ser más fuertes y su dosificación cada día más abundante.
Como respuesta contra estas yerbas resistentes a los herbicidas, las empresas de agroquímicos sacaron un nuevo sistema contra la maleza no deseada y en especial, para el control de yerbas en el algodón y la soya; el herbicida Dicamba fue aprobado para utilizarse en la semilla genéticamente modificada para resistir el herbicida Dicamba.
El Bledo, quintonil tropical, Palmers amaranth, Amaranthus palmeri S. Wats, Quelite o yerba del cerdo, también ha creado una resistencia contra los herbicidas modernos y ahora, son un grave problema contra la agroindustria.
Ahora, nos dicen los científicos, el Dicamba se ha filtrado de los campos de cultivo donde su propósito era el control de las yerbas, a campos adyacentes a las zonas agroindustriales, dañando millones de hectáreas de otras clases de cultivos y ya se pide que esa enorme zona, sea declarada zona de desastre creada por el hombre.
Monsanto y el gobierno norteamericano niegan los cargos, diciendo que el herbicida solo funciona tal y cual fue el propósito de su diseño; que fue en respuesta a las exigencias del mercado.
Aun en medio de las investigaciones federales, estatales y privadas, las demandas contra Monsanto y las autoridades que lo aprobaron, se elevan día a día.
El científico David Mortensen, especialista en yerbas en la Universidad de Pensilvania, dijo; “Que esto nos sirva como una llamada a despertar”
La administración del presidente anaranjado, el Señor Trump, dejo de darle importancia a el EPA, o Enviromental Protetion Agency, y al momento de instalarse en la presidencia el señor naranja, nombro un enemigo del medio ambiente y activista en contra de todo lo que el EPA significara, y fue que en el verano y primavera, el EPA aprobara el Herbicida Dicamba.
La semilla genéticamente modificada resistente al Dicamba, fue vendida con mucho éxito después de ser aprobada por el EPA, y ahora, esas semillas cubren más de 8 millones de hectáreas que matan las cosechas adyacentes a ellas.
El debate y la ciencia están ahora tratando de descifrar como es que el Dicanba se volatiza o evapora y viaja a los campos cercanos, donde está matando bosques, árboles frutales, cosechas no resistentes al Dicanba y sobre todo; el hábitat donde pecorean una gran cantidad de colmenas y otros polinizadores en USA.
Si el Glyfosato es el Diablo, el Dicanba es el Infierno…
De acuerdo a los científicos, el Dicamba es de 75 a 400 veces más peligroso y mata con más efectividad que el Glyfosato. Debido a su efectividad para matar plantas, las dosis que se necesitan para matar plantas, es minúscula en comparación con las generaciones anteriores al Dicamba. El Dicamba fue diseñado principalmente para la producción de soya genéticamente modificada para resistirlo. Pero, ahora está matando enormes plantíos de soya que no fue diseñada para el Dicamba y solo fue diseñada para el Glyfosato.
Kevin Bradley, investigador de la Universidad de Missouri, estima que son más de 1,240 000 de hectáreas sembradas con soya han sido severamente dañados en 16 estados de la nación americana. Otros científicos dicen que la cifra es muy conservadora porque la cifra solo representa el 4% de las hectáreas dedicadas a la producción de soya en USA. El profesor de agronomía Bob Hartzler de la Universidad de Iowa State, dice que el Dicamba no es manejable.
Se reporta que en algunos lugares de alta intensidad de soya genéticamente modificada a resistir al Dicamba, la mortandad de árboles y praderas es escalofriante.
Durante un debate con el EPA, una docena de científicos especializados en yerbas han levantado una protesta y han expresado su preocupación por el uso del Dicamba, y citando pruebas conducidas en las Universidades de Missouri, Tennessee y Arkansas, expresaron su preocupación por el alta volatilidad del herbicida, puesto que se ha demostrado que puede permanecer en el aire y volar a los campos aledaños por hasta 72 horas después de su aplicación. Por supuesto que Monsanto ha salido a su propia defensa pero, los expertos estiman que el pleito legal apenas está por forjarse.
Scott Partridge, el vicepresidente de Monsanto Global Strategy, dice que es posible que los agricultores hayan utilizado una versión vieja del herbicida, o hayan utilizado el equipo equivocado…
El estado de Arkansas prohibió la utilización del herbicida desde el mes de Julio, y declaro su uso ilegal y sujeto a multas. Missouri y Tennessee ya impusieron reglas estrictas contra su uso, y más de 10 estados han levantado denuncias formales contra el herbicida en las oficinas del EPA.
“Estamos en un camino sin destino”… “El problema real es que la gente está usando más combinaciones complicadas de venenos en los cultivos, que arrojan más complejas consecuencias” ” – dijo Nathan Donley, cientifico principal del Center Biological Diversity.
Cierto es que la revolución verde nos causó abundancia de alimentos baratos, y salvo a la humanidad de una hambruna que debería de habernos matado a todos. Una verdad es que un cultivo genéticamente modificado produce más y más barato pero, ¿a qué precio?
¿Cuánto estaremos dispuestos a pagar por sostener nuestro estilo de vida?
¿Cuánto tiempo más soportara el planeta nuestra cobardía y apatía para luchar y actuar contra el final que se precipita contra nosotros?
El problema no es el apicultor que sufrirá por la falta de áreas de pecoreo, ni el agricultor que buscando mejores cosechas aplica las técnicas y productos que ha utilizado cotidianamente. El problema no es la semilla genéticamente modificada ni los venenos que se aplican contra las plagas ni el herbicida que mata el futuro del planeta. El problema es nuestra falta de participación, el problema es nuestra falta de cultura de protección hacia la naturaleza y el consumismo excesivo que vemos como propio y natural. El problema es que nosotros no ponemos representantes que garanticen que nuestra voz se escuche; el problema es que ni voz tenemos muchas de las veces y adoptamos voces ajenas por carecer de la propia. El problema es que creemos que el problema es para alguien más de resolver. El problema es que volteamos siempre a ver quién tiene la culpa y perdemos el tiempo preocupados en exhibirlos, desmenuzarlos y desmembrarlos pedazo a pedazo. El problema es que culpamos a todos del problema y no presentamos una solución.
El problema es que teniendo la solución y el problema en las manos, hemos decidido ser parte del problema; y no la solución.
Y cuando el bosque ya no nos regale su madera, las selvas su maravilla, las praderas dejen de regalarnos el agua cristalina. Cuando las aves ya no emprendan el vuelo, la mar deje de darnos subsistencia; cuando nuestras abejas en lugar de pecorear néctar y polen, pecoreen venenos y ceniza de lo que fue nuestra existencia, entonces, solo entonces levantaras tu voz…
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