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Está claro para mí; el Varroa es el enemigo número uno de la apicultura.
Existen muchas otras causas que permiten que nuestras colmenas no produzcan, se debiliten, se mueran, pero el amalgama que hace la ignorancia del apicultor y el Varroa, permiten la tormenta perfecta para el fracaso del apicultor.
Existen muchísimos tratamientos de patente, que por medio de la experiencia y cuidadosos estudios, dosifican las cantidades precisas para combatir el acaro. Pero lo peligroso es que, siendo estos productos caros, que mesclados con ignorancia, una pisca de tacañería, dos cucharas de negligencia, y una taza de pobreza o falta de precio en los productos de la colmena; el apicultor no le queda más que agenciarse remedios baratos que, a la larga, arrojaran el nuevo monstruo que nos atormentara.
Contra el Varroa existen muchos productos; muchos efectivos y muchos no. Pero dentro de todo, debemos de contar con el conocimiento esencial y necesario para llevar una buena apicultura, libre –o casi libre de ácaros y otros enemigos de la colmena. La educación o falta de ella, nos resulta ser la disyuntiva donde se destina al apicultor exitoso o no.
La resistencia de los ácaros a los diferentes tratamientos, es una posibilidad que no siempre contemplamos al recetar, aplicar, o fabricar tratamientos. El combate contra el Varroa es una batalla muy fina que debe de ser cuidadosamente tratada por todos. Es el pelear con dos insectos, con la finalidad de eliminar a uno, y al otro no, es el pleito que debe de ser con precisión quirúrgica al utilizar machetes para extirpar tumores en el cerebro. Es el utilizar armas que matan indiscriminadamente a ambos acaro, como abejas, y la diferencia crucial es en muchas de las veces; la dosificación y directiva con la que aplicamos los tratamientos. La lucha deberá de ser inteligente, educada, alternante de armamentos y controles estrictos, puesto que la sobrevivencia de las abejas y de nuestra profesión, muchas veces oscilara entre la vida y la muerte en el pivote de la ignorancia o entrenamiento.
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