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El primer indicio de que estas en medio de un flujo de néctar, es la aparición de la cera blanca, cera nueva, cera frágil y hermosa…
Pero a pesar que el flujo de néctar nos arrojara una serie de buenas noticias externas, palpables a simple vista, la mecánica de desarrollo interno en las colmenas es una frágil danza del instinto de reproducción. Una copla que, de descuidarnos, nos arrojara enjambres, mismos que significara perdida de tus mejores reinas y grandes poblaciones que dejaran de ser de tu apiario y cuidado.
Pero, si quieres saber que harán las abejas; pregúntales a ellas…
No me mal intérpretes, por supuesto que no espero que en un restaurante, con una tasa de café y un panecillo, te sientes con un enjambre de abejas güeras italianas de piernas largas y ojos grandotes a un lado y, tomando un sorbo de café y una bocanada de humo de cigarro, elevando tus ojos al cielo, como quien se pierde en la galaxia o busca moscas en el techo, haces preguntas al enjambre y este, bajo miles de zumbidos y danzas, te hace saber que ambos se han vuelto locos y que la gente –pinche gente, hablara de ustedes porque la libertad y la locura, son poco comprendidas…
Una forma de aprender de las abejas y enterarte de que es lo que ellas hacen y quieren; es a través de la observación. Y para observar, de forma metódica el comportamiento natural de las abejas, no hay otra mejor que observar las abejas silvestres dentro de un hueco de algún árbol. Ahí, solo son las abejas haciendo apicultura, ahí, no existen los programas de gobierno ni los subsidios ni mucho menos los presupuestos. Ahí, o sobreviven por si mismas o se las carga la calavera. Ahí no existe el manejo de primavera, ni de invierno, ni alimentas ni te robas la miel. Ahí solo sobreviven por sus instintos, genética y forma heredada e instintiva para la sobrevivencia. En los troncos huecos, las abejas almacenan mucha cera en penca, en anticipación para los flujos de miel, la necesidad de expandirse, y todo lo que conlleva la sobrevivencia del enjambre. Las abejas mueven la miel del nido hacia arriba durante la primavera y verano, ya sea que la muevan para almacenarla o para consumirla, pero abren paso para satisfacer sus necesidades e impulso de sobrevivencia o enjambrazón. En los huecos de los árboles, la miel aparte de ser el alimento que les dará la capacidad de calentar el nido por la energía calórica que significa, también juega un papel importante en la termorregulación de la colmena. Es una gran batería de almacenaje de calor que, ayuda a mantener la temperatura estable en medio de altibajos de temperatura en el exterior.
El apicultor, ha aprendido por costumbres y enseñanzas, a subir alzas pero, ya cuando la población esta fuerte o la floración están a toda velocidad. Tenemos miedo de subir alzas quesque porque “se enfría el nido”. Yo que he trabajado y trabajo muchos nidos en árboles, puedo testimoniar que ellas siempre tienen las pencas de cera lista e instalada esperando el flujo del néctar. Para nosotros es solo producción de miel, para ellas es la sobrevivencia de las colmenas y ellas, anticipan el crecimiento y flujo de néctar desde siempre y se preparan para ello. Las abejas no siempre se convierten en máquinas incansables de postura y alimentación de larva, ellas también entienden y calibran la necesidad de reducción del nido para aprovechar y almacenar el néctar que en esos momentos entra de forma fuerte. Es necesario entender que las abejas tienen como instinto y lo practican en los troncos huecos, el de contar con panales de cera extra y abundante para aprovechamiento de flujos de néctar y condiciones climáticas óptimas para ellas.
El crecimiento de la colmena inicia al final del invierno, sin flujo de néctar, lo hacen con el consumo de energía o recursos almacenados. Las abejas almacenan en panal el polen y miel, y en su cuerpo las proteínas y elementos nutricionales necesarios para un buen desarrollo y solo requieren de agua adicional.
Para que una colmena se enjambre, necesita recursos, abundantes recursos y no es sino hasta que logra una expansión en el nido tanto de población, como de almacenaje de alimento.
Cuando la colmena almacena miel operculada en las alzas sobre el nido, y el nido se expande, la colmena no necesariamente almacenara néctar arriba de las alzas con miel operculada. A menos de que el flujo de néctar sea fuerte, muy fuerte, las abejas perciben la miel operculada como el límite de su colmena, el bordo solido que absorbe energía calórica durante el día y en la noche la libera. Esta es una de las razones porque las abejas tienen problemas en almacenar miel sobre bastidores ya operculados, y no lo hacen, sino hasta que consumen la miel y dejan las celdas abiertas o en un flujo fuerte de néctar.
Las colmenas que se preparan para enjambrar tempranamente, típicamente no almacenan néctar arriba de las reservas. En la preparación para la enjambrazón, la colmena inicia a cerrar o reducir el nido, inicia a consumir néctar y a iniciar celdas de enjambrazón. Para aprovechar los flujos de néctar, el apicultor debe de romper la barrera de la miel operculada sobre el nido.
Una de las posibles razones que las abejas no almacenan néctar sobre bastidores de miel operculada, es por efecto de la termorregulación de la colmena y la necesidad de mantener ese fino y perfecto balance. La miel, que actúa como una batería calórica – masa calórica, aislaría los bastidores con néctar que, por razones propias de almacenaje, tendrán que deshidratarse y la miel operculada, aísla el néctar del calor del nido y la deshidratación se hace dificultosa. Una forma de determinar si la miel operculada es solo miel que está siendo transferida de unos bastidores a otros, es por la apariencia del opérculo. Si la colmena necesita espacio para el nido, y la miel operculada ha creado una barrera, las abejas la mueven en tendencia ascendente y como no existe el flujo de néctar que incentive la producción de cera nueva, las abejas reciclan cera vieja y hacen el opérculo que, ya no será con cera nueva y blanca, será con cera previamente utilizada y ya obscurecida con mieles y propóleos. La cera nueva y blanca la producen las abejas nodrizas y en la expansión temprana del nido, las abejas que trabajan el nido son abejas viejas y sin capacidad óptima para crear cera nueva. Además de abejas nodrizas, se requiere de una temperatura óptima para la creación abundante de cera nueva y la colmena que sale apenas del invierno, concentra todos sus recursos en solo calentar el nido y con una población limitada y solo de sobrevivencia.
La presencia de la cera blanca indica flujos nuevos y fuertes, posibilidad de enjambrazón y abundante cosechas. La acumulación de miel siempre se limita al espacio que les damos, la cantidad de abejas pecoreadoras que se mantienen en la colmena y las condiciones climáticas. Las condiciones climáticas son ajenas a nuestra manipulación, pero llegar a los flujos de néctar con una población fuerte, y proveer el espacio necesario para el almacenaje de miel; los dos pueden ser manejados con éxito por el apicultor.