Las hojas cae

n antes de Diciembre en mi desierto, los árboles que en verano fueran esplendorosos se tornan grises y de triste aspecto. Las abejas salen de sus cajones ocasionalmente y solo si la temperatura es templada –casi nunca se templa después de Noviembre.
Un ayer y un futuro lejanos, un hoy que lastima la piel.
Caminas por el centro de la ciudad y ves los rostros de la gente con muecas fijas de incertidumbre y desesperanza. La violencia ha dejado mi ciudad desecha, el corazón de los que aun permanecemos aquí lleno de zozobra, y caminamos sospechándonos los unos de los otros, viendo los uniformados armados como enemigos más que protectores, y la vida continua con fondos musicales navideños. Que el salario mínimo brinda mínima esperanza, que no nos alcanzan las cuentas, que el villancico se escucha pero sus estrofas son todas una mezcla de sonidos sin sentido. Que la catedral se llena de gente ausente a la demás gente, que todos corren y corren y nunca llegan ni denuncian. Dicen los que dicen, a los que dicen que dijeron y porque dijeron lo dicen, dicen porque dicen que se dice.
El drogadicto quiere más droga, el político más poder para joder y poder más, la prostituta quiere y ofrece calor y placer –aunque sea solo por un momento fugas. Quiere el cura más feligreses, los feligreses quieren curas para sus males, los malvados quieren causar más maldad, las sonrisas buscan un lugar en nuestros rostros sin encontrarlo, nuestros rostros buscan rostros amables, los amables buscan ocultarse, los ocultos buscan ser descubiertos, los descubrimientos salen cada día más a la luz, la luz trata de invadir las tinieblas que dominan la mente de los peregrinos, los peregrinos buscan su camino y no todos los caminos nos llevan a un final feliz. Y en todas partes, sin darle importancia en estas fechas esta siempre el pesebre que nos recuerda que llego y nació entre nosotros un hombre, que siendo hijo de Dios, se hiso hijo de hombre, para que nosotros hijos de hombre; podamos ser llamados hijos de Dios…
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